martes, 21 de octubre de 2014

Verte como el final de este viaje.

Acostada, con su brazo sobre mi panza y siento su respiración en mi oído. Claramente nunca duermo, el sí, pero yo tengo tantas cosas en la cabeza y solo su presencia me incomoda como para poder dormir. Y miro la ventana, un cielo de las siete de la tarde, de un ni tan celeste ni tan azul. El sol no pega y la habitación ya esta oscura, esas cuatro paredes que conservan solo lo que nosotros sabemos. Y son esos momentos en los que mi cabeza gira como una calesita y se asoma una mano que no tiene ni cuerpo ni cara, sale así de la nada y se burla de mi y nunca llego a atrapar la sortija. Y son esos momentos en los que me pregunto de quién es esta cama, qué saben estas cuatro paredes y de quién es la respiración que siento en mi oído. De quién es esta mano que me toca como si fuera suya. Quién sos y qué soy yo en tu vida. Qué es eso que siento muy adentro mio que no me deja dormir. Qué hay en tus ojos marrones profundos y qué ves en los míos.
Qué es lo que siento por vos, qué provocas en mi, por qué me siento así. Y los años pasan y yo sigo acostada en esa cama, dentro de esas cuatro paredes con un cielo ni tan celeste ni tan azul y una mano sobre mi panza que me toca como si fuera suya.

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