Para ese entonces tenía rulos, ojos como el agua y una sonrisa que ocupaba toda mi cara aunque le faltaran un par de dientes. Para ese entonces era una nena la cual no entendía que pasaba, solo veía un cartel colgado en la parte de adelante de mi casa y veía como gente entraba y salía con mis objetos. Yo no entendía, pero tampoco preguntaba. Quizás porque no quería saber realmente lo que pasaba o porque no quería creerme el cuento que me mis papas inventaran. Recuerdo como si fuera ayer a aquel chico, ese chico lindo. Ese chico lindo con el que jugaba y solo lo vi una vez, esa vez. Recuerdo como jugábamos a la guerra con las pistolas de agua, también recuerdo como se fue de mi casa con una sonrisa inmensa y la pistola entre sus brazos. Había una nena, a esa si que la odiaba. Yo no soy de odiar a las personas porque creo que eso es muy importante, para odiar hay que querer. Pero a ella como la odiaba, era tanto el odio. Me acuerdo como se sentaba en mi tocador de juguete, como se miraba al espejo, sonreía y se miraba, como si no pasara nada, como si su vida fuera perfecta, como si consiguiera todo lo que se propusiera.
Fue hace tanto tiempo atrás que hay cosas que siguen intactas pero otras medio difuminadas. Como por ejemplo, como afectaba eso en mi, como me influía con respecto a mis amigos, mis costumbres, mis rutinas, mi casa, mi barrio, mi ciudad, mi provincia, MI PAÍS. Si, me mudaba, me iba. Dejaba atrás 5 años de mi vida. 5 inocentes años. Dejaba el puré de calabaza que me hacía Marta y que tanto me gustaba. Dejaba los ñoquis y el mouse de chocolate que la abu me hacía. Dejaba el humor característico de mi abuelo. Dejaba mi infancia, el lugar donde crecí. Pero nunca me cuestione nada, ahora, después de 10 años es cuando me pongo a pensar y no puedo creer que pasé todo eso tan tranquila, tan estúpida. Me da bronca, me da bronca no poder haber abierto mi boca y gritar, gritar que no quería, hacerme escuchar. Pero solo me dejaba manejar. Y sí, con 5 años que otra cosa puedo hacer.
Un día todo se complico, escuchaba gritos de mamá y papá, se peleaban constantemente y lo único que podía hacer era taparme los oídos mientras gritaba "lalalala". Pero sabía muy bien que eso no solucionaría los problemas, me sentía inútil.
Llegó la noticia: "chicos, se canceló el plan, no nos vamos, pero tenemos que vivir en lo de los abuelos". Y yo feliz. Me tenías que ver otra vez con esa sonrisa que ocupaba todo mi rostro. Otra vez mis ojos celestes que parecía como si se me fueran a salir de la cara.
Vivimos 6 meses con mis abuelos, 6 meses complicados. Un día papá y mamá vinieron con la noticia que encontraron un departamento cerca de la escuela. El departamento era chico, pero era lo que había. Y así fue todo. Nos mudamos y seguimos adelante. Porque la vida se trata de eso, de seguir adelante...