Buenos Aires crece descontrolada e imperfecta, es una ciudad superpoblada en un país desierto, una ciudad en la que se yerguen miles y miles de edificios sin ningún criterio. Al lado de uno muy alto hay uno muy bajo. Al lado de uno racionalista, hay uno irracional. Al lado de uno estilo francés hay otro sin ningún estilo. Probablemente estas irregularidades nos reflejen perfectamente. Irregularidades estéticas y éticas.
Los edificios, como todas las cosas pensadas por el hombre, están hechos para que nos diferenciemos los unos de los otros. Existe un frente y un contrafrente, están los pisos altos y los bajos, los privilegiados son identificados con la letra A, excepcionalmente la B, cuando más progresa el abecedario más categoría tiene la vivienda, las vistas y la luminosidad son raras veces promesas que coinciden con la realidad.
Hacer fotos: una manera de redescubrir la ciudad y la gente, buscar la belleza aun donde aparentemente no la hay, observar es estar y no estar, o tal vez estar de una manera distinta.
Todos los edificios, absolutamente todos, tienen una cara inútil, inservible, que no da al frente ni al contra-frente: la medianera: Superficies enormes que nos dividen y nos recuerdan el paso del tiempo, el smog y la mugre de la ciudad. Las medianeras muestran nuestro costado más miserable, reflejan nuestra inconstancia, las grietas, las soluciones provisorias, es las basura que escondemos debajo de la alfombra, sólo nos acordamos de ellas excepcionalmente, cuando vulnerada por las inclemencias del tiempo dejan filtrar sus reclamos. Las medianeras se han convertido un medio más de la publicidad, que en raras excepciones han logrado embellecerla, por lo general son dudosas indicaciones de los minutos que nos separan de los grandes supermercados o de la comida rápida, anuncios de loterías que nos prometen mucho a cambio de casi nada, aunque últimamente nos recuerdan la terrible crisis económica que nos dejó así: desocupados. Contra toda la opresión que significa vivir en estas cajas de zapatos, existe una salida, una vía de escape, ilegal, como todas las vías de escape, en clara contravención contra el código de planeación urbana se abren unas minúsculas e irregulares e irresponsables ventanas que permiten que unos milagrosos rayos de luz iluminen la oscuridad en la que vivimos.
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