Que bien te ves cuando en tus ojos no importan si las horas bajan...
sábado, 11 de mayo de 2013
Nadie sabe por qué nos gusta el helado de chocolate
Nos sentamos en un parque, como a las 7 de la noche, la ausencia de nubes dejaba ver las estrellas, además el silencio no estorbaba y eso me hacía sentir cómoda, no con el lugar, porque dónde estaba sentada era duro y mi raya comenzaba a desaparecer, estaba cómoda porque sentía la tranquilidad rodeándome y la felicidad cerca, si es entendible, no lo sé, sólo sentía que el tiempo se volvía nada, que todo desaparecía, y cómo el mundo se reducía a nosotros dos, a nuestras palabras, a nuestros silencios, a lo que eramos en ese instante que quería que no se acabara. Era la química haciendo su efecto y mi mente buscando razones que nunca existieron. Nadie sabe por qué nos gusta el helado de chocolate, o de vainilla o de ron con pasas, simplemente gusta y ya, los porqués no importan, el helado lo disfrutamos sin pensar de qué está hecho, sin saber si tiene más azucar o más leche, eso no es indispensable, se siente y se sabe, son insignificantes las razones. Igual pasa conmigo. Yo no sé porque me gusta (él) y a veces intento encontrar cosas que se hayan repetido en otros para decir que los prefiero altos, o bajos, o tímidos o extrovertidos, pero es mi parte calculadora la que hace el trabajo ahí, y ahora comprendo, que es mejor dejar a la otra parte hacerlo todo. A veces me enredo no logro distinguir entre una buena conversación y una conexión mágica, pero es porque le doy vueltas en mi cabeza y sé que esto no es cosa de la cabeza, el amor (cualquiera que sea) se siente en el corazón.
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